domingo, 20 de agosto de 2017

El deseo de servir

Desde hace unos meses he estado ayudando o compartiendo con una comunidad en riesgo cerca de mi casa, con unos amigos de la iglesia. 

El domingo pasado llegó el mensaje de cada mes, que dice:  Nydia! el próximo domingo nos toca ir a Betania, ¿te apuntas?

Hay meses que digo, Si!!! Hay meses que fijo ando de viaje y no puedo, y hay meses que pienso y pienso o a veces no pienso tanto y digo: hoy no, tengo que... 

Esta semana fue una de esas de pensar... Leí el mensaje el domingo, pensé: aaaajjjjj, no he ido a la iglesia, y necesito recibir en lugar de dar (gran clishe),  lo dejé pensar un día... Al siguiente día pensé:  aaaayyy que pereza levantarme temprano e ir con los niños. Luego el martes pensé:  mala onda yo, que no quiero ir a ayudar a aquellos... Pero el miércoles, mi corazón estaba impaciente, mi espíritu creo más que el corazón... pensé y pensé toda esa mañana y con poca convicción dije:  Si voy. 

En la noche pensé:  por qué dije que si iba... si necesito descansar y recibir.  Pero cada vez me convencía más de que algo iba a pasar.  El jueves llega un mensaje con la lección que se tenía que dar, No hay vuelta atrás dije. 

La pereza y las ganas de no ir seguían, pero había ya una convicción de que tenía que ir, la cual me hizo no decir:  mira mejor no... 

Este domingo fui a Betania al grupo de niños.  Para mi sorpresa solo eramos tres para 25 niños.  Aprendí mucho de los niños, de sus vidas.  Aprendí que ellos son niños y que muchos ya están viviendo como adultos.  Recordé que ellos son niños y que actúan como niños, no podemos hacerlos que actúen como grandes.  Recordé lo vulnerable que es ser niña y que las actitudes que reflejan las niñas, son las actitudes que ven de sus mamás o mujeres que ellas admiran.  Pensé mucho en la mamá de una niña que tiene mi edad y ya tenía cinco hijos, de los cuales tres estaban con nosotros, y que ella no tuvo las oportunidades que yo tuve, ni en cierta forma, tuvo la voluntad o la libre decisión de no tener hijos. 

Esto creo que caló mucho mi corazón.  Al terminar, me subí a mi carro y salí al bulevar principal, dejando poco a poco atrás la zona de riesgo y entrando a la zona privilegiada.  Pensé que muchos protestan y alegan por los oprimidos, por los que no tienen oportunidad, sede una posición y asiento privilegiado y eso no les hace darse cuenta de la realidad, no se dan cuenta que al momento de voltearse y seguir viviendo con las comodidades principales, le están dando la espalda a esos niños y niñas que "ayudan". 

Hoy me di cuenta que desde que me subí al carro, ya le había dado la espalda a esos niños que se quedaron en esa zona de riesgo y que muy probablemente seguiré viviendo una dicotomía nacional en mi vida, viviré con todas mis comodidades, mientras muchos de ellos no tienen ni para su cena esta noche. 

Pensé en lo mucho que decimos que el evangelio es para los oprimidos, pero nunca vamos a los oprimidos, preferimos que los oprimidos vengan, en lugar de gastar fuerzas en llegar a ellos.  Pienso en como nuestras actitudes de asistencialismo nos alejan cada vez más de esas personas, en lugar de unirnos y sentir esa compasión que Jesús tuvo.  

Pienso en que yo fui una oprimida y Jesús me rescató, me dio nueva vida.  Pero también pienso en cómo podemos ayudar a los oprimidos y que el espíritu nos guíe hacia ellos.  

Son muchos pensamientos, muchas preguntas, muchas cargas, que tal vez con el tiempo se vayan acomodando en la mente y lleven a una buena respuesta.  

Esta es una foto de la calle a donde vamos cada mes. 





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