jueves, 3 de septiembre de 2020

MI abuelita y el Alzheimer





Cuando era chiquita mi abuelita trataba de jugar conmigo.  Recuerdo que se sentaba conmigo y mis muñecas y me preguntaba sus nombres, me preguntaba que hacía cada una de ellas y de repente, empezaba a preguntarme por mi abuelita paterna, que había muerto ocho años antes.  

Yo le contaba lo que me habían dicho de ella.  Cuando ella murió yo era una bebé, nunca la conocí.  Mi abuelita me preguntaba por qué no llegaba a vernos, y una y otra vez le decía que ella había muerto.  Creo que muchas veces agarré mis muñecas y me fui, porque me aburría oirla preguntar una y otra vez lo mismo.  Mi mamá me dijo que tenía que tener paciencia con ella, eso iba a pasar muy frecuentemente.  

No sabíamos que le pasaba ni por qué era la razón que estaba perdiendo su mente.  Años después supimos el nombre de la enfermedad:  Alzheimer

Mi niñez fue marcada por cuidar a mi abuelita, que no se saliera, cuando mis papás salían había que darles de comer, había que estar pendiente que no se cayera y así, pero también noté que ella iba cambiando su carácter.  Cada vez se volvía más agresiva y menos paciente con las cosas.  

Ya no era la abuelita medio cariñosa de años atrás.  Seguía olvidando las cosas y más frecuentemente había que repetirle las cosas.  Mi mamá le hizo rutinas que debía memorizar.  Ella ya no era capaz de hacer cosas afuera de la casa. 

En la adolescencia creo que me metí en mi cuevita de rebeldía y ermitaña.  Creo que en ese tiempo me desconecté mucho de la vida de mi abuelita y mi mamá.  A veces me parecía demasiado trabajo para estar ahí pendiente de ella.  Me refugié mucho en "ahora ya puedo hacer mis cosas".  Vi mucho más deterioro en ella y que en mi ella veía a mi mamá joven.  Muchas veces me preguntaba sobre los nenes (mis hermanos mayores).  

Creo que lo que más de dio una bofetada en mi ego, fue cuando mi abuelito murió y ella lloró con mucho dolor y me contó como se conocieron y como fue su noviazgo, algo que nunca había contado.  De ahí en adelante vi un cambio bastante grande en ella, como que su mente había regresado al momento en que ella era adulta y era independientes, de ahí en adelante su regreso a la juventud iba más acelerado. 

Poco a poco nos fue olvidando a todos y poco a poco iba regresando su vida a su querido San Juan Ostuncalco.  En sus últimos tiempos ella solo recordaba a su mamá, su papá y su hermano (que había muerto cuando era joven).  Casi no nos recordaba y a veces en sus pequeños momentos de lucidez nos hablaba por nuestros nombres, pero no era siempre.  

Por su enfermedad, su cuerpo también empezó a olvidar su funcionalidad órgano por órgano, hasta que su corazón dejó de bombear.  Esa tarde, antes de morir, en el hospital solo agradecimos su vida y por lo que nos había enseñado,  solo le dije en el oído:  Ya descansa abuelita.  A media noche nos llegaron a avisar que había muerto.  

Ahora la batalla la lleva mi tío, quien poco a poco va olvidando las cosas.  Un día de estos hablé con el por teléfono y solo me dijo: Hola... (una gran pausa, supuse que ya se le había olvidado mi nombre) ¿cómo estas? Hablamos un poquito y se lo pasé a mi mamá.  Cuando nos depedimos, me dijo:  Adiós... que bueno oirte. 

Es una enfermedad muy dura, pero como diría una amiga: El amor lo cura todo.   


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