domingo, 24 de agosto de 2014

CARGANDO EL BOLSÓN

Y aquí una semana después me veo ya con el bolsón abajo.

La semana pasada fue una semana intensa. Entre un concierto a las puertas del fin de semana, con un grupo al cual hay que cuidar, una forma de ingresos que hay que probar y varios problemas en la oficina; el bolsón se iba llenando más cada día.

Fuimos a promocionar el evento del fin de semana y cuando empezamos a caminar sentía esa sensación de ir cargando un bolsón con libros muy pesado.  esa sensación de cuando sales del colegio y vas de regreso a casa siendo viernes. 

Me sentía tan pesada la espalda que me costaba aún caminar rápido, la cual es mi costumbre.  Al seguir caminando sentía que el bolsón iba perdiendo peso, pero al momento de alguna llamada, se volvía a llenar.

En esos días fui a visitar a una amiga que esta muy enferma de cáncer.   Hace más o menos dos meses la vi en la carrera contra el cáncer de mama.  Llegó porque sabia que yo iba a correr y me dijo : quiero llegar a apoyarte aunque no pueda correr o caminar. Ella estaba muy bien, me contó como el doctor estaba tan maravillado por lo que estaba sucediendo en su cuerpo. Ahora que la fui a ver, estaba en condiciones físicas muy mal, pero con un espíritu no vencido.

Hablamos por un momento y ella me dijo: te ves muy cansada, te veo agotada. Yo le dije: si, he estado cargando un bolsón de penas y presiones durante estas semanas.

Y muy confiada me dijo:  y ¿por qué no le has dado tus cargas a nuestro Padre? Recordá en quien creemos. Viéndola a ella ahí sentada y con un aspecto que me hacia rodar las lágrimas y alentándome a confiar en Dios. Mi corazón se estremeció y me dije: yo estando "bien" de salud y no he confiado en mi Padre y ella ahí confiado, pasando grandes dificultades en su cuerpo con todas su fuerzas confiando en Él.

Me sentí tan mal, pero me sentí tranquila al recordar que alguien más podía llevar ese bolsón tan pesado. De ese día hasta que terminó la semana pude sentir que Dios me quito esa carga grande en  mi espalda. Ya yo reaccionaba de otra forma a lo que pasaba y se lo entregaba todo a Dios. Ya no quise llevar sola el bolsón.

Fue una gran lección de vida que ese día entendí, claro somos humanos y regresamos al mismo estado en algún momento, pero creo que ahora puedo recordar más rápido a quien darle mis cargas. 


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