Y aquí una semana después me veo ya con el
bolsón abajo.
La semana pasada fue una semana intensa. Entre
un concierto a las puertas del fin de semana, con un grupo al cual hay que
cuidar, una forma de ingresos que hay que probar y varios problemas en la oficina;
el bolsón se iba llenando más cada día.
Fuimos a promocionar el evento del fin de semana
y cuando empezamos a caminar sentía esa sensación de ir cargando un bolsón con
libros muy pesado. esa sensación de
cuando sales del colegio y vas de regreso a casa siendo viernes.
Me sentía tan pesada la espalda que me costaba
aún caminar rápido, la cual es mi costumbre.
Al seguir caminando sentía que el bolsón iba perdiendo peso, pero al
momento de alguna llamada, se volvía a llenar.
En esos días fui a visitar a una amiga que esta
muy enferma de cáncer. Hace más o menos
dos meses la vi en la carrera contra el cáncer de mama. Llegó porque sabia que yo iba a correr y me
dijo : quiero llegar a apoyarte aunque no pueda correr o caminar. Ella estaba
muy bien, me contó como el doctor estaba tan maravillado por lo que estaba
sucediendo en su cuerpo. Ahora que la fui a ver, estaba en condiciones físicas
muy mal, pero con un espíritu no vencido.
Hablamos por un momento y ella me dijo: te ves
muy cansada, te veo agotada. Yo le dije: si, he estado cargando un bolsón de
penas y presiones durante estas semanas.
Y muy confiada me dijo: y ¿por qué no le has dado tus cargas a nuestro
Padre? Recordá en quien creemos. Viéndola a ella ahí sentada y con un aspecto
que me hacia rodar las lágrimas y alentándome a confiar en Dios. Mi corazón se
estremeció y me dije: yo estando "bien" de salud y no he confiado en
mi Padre y ella ahí confiado, pasando grandes dificultades en su cuerpo con
todas su fuerzas confiando en Él.
Me sentí tan mal, pero me sentí tranquila al
recordar que alguien más podía llevar ese bolsón tan pesado. De ese día hasta
que terminó la semana pude sentir que Dios me quito esa carga grande en mi espalda. Ya yo reaccionaba de otra forma a
lo que pasaba y se lo entregaba todo a Dios. Ya no quise llevar sola el bolsón.
Fue una gran lección de
vida que ese día entendí, claro somos humanos y regresamos al mismo estado en
algún momento, pero creo que ahora puedo recordar más rápido a quien darle mis
cargas.
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