
Esta fue la expresión que salió de los labios de este campesino en Jalapa, al llegar a la iglesia. Fue una expresión tan sincera y llena de gratitud, que mi ser se conmovió al oírla. Y empecé a preguntarme ¿cuántas veces con esa misma expresión y sentimiento llegamos ante el Padre?
Recordar a ese Padre en cada momento de nuestra vida es algo especial. Es una comunicación que no con todos puedemos tener.
La entrega con la que llegó este campesino al altar fue envidiable para mi. Entregarse con esa confianza y descargando sus penas y angustia. No importaba raza ni religión, lugar y costumbre, el llegó abiertamente.
Con tantos problemas y angustias, alegrías o emociones en nuestra vida. ¿Buscamos un tiempo para hablar y desahogarnos con nuestro Padre amigo?
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