miércoles, 2 de junio de 2021

El día que caí profundo

 Después de una ruptura todo puede pasar. 

Desde que te valga madre y seguir la vida, tristear un poquito y ya, sentirte de lo peor y lo que me pasó, sentirme triste todo el día, no hallarle sentido a nada, amanecer y no poder ver el sol. 

Así estaba yo hace dos años.  

Yo pensé que solo yo lo sentía y lo notaba, pero un día baje a comer con mi equipo y alguien me dijo:  Nydia te he visto muy cansada, con tu cara muy triste, despistada.  

Claro muchos de los que estaban ahí no sabían que me estaba pasando.  Y ahí frente a todos, lo único que dije fue:  Si han sido días duros... Muy digna me levanté y me fui a llorar a mi oficina.  

Ahí, cuando alguien lo notó fue cuando dije:  NECESITO AYUDA, ya lo están notando; pero también yo no me sentía yo. 

Contacté a una psicóloga que me habían recomendado y empecé mi proceso de encontrarme a mi misma.  Me había perdido desde mucho tiempo atrás y en este punto álgido tenía que encontrarme. 

Quería salir de ese túnel negro y volver a ser yo o una yo renovada... 

Después de 5 meses de estar visitando a mi psicóloga pude verme con otros ojos, encontrar mis debilidades y empezar a trabajar en fortalecer mucho más a esa Nydia que había perdido. 

Ya el sol empezaba a salir y lo nublado se disipaba. 

Llegue a un punto muy feo, pero llegué a un lugar lleno de colores y esperanza. 

jueves, 3 de septiembre de 2020

MI abuelita y el Alzheimer





Cuando era chiquita mi abuelita trataba de jugar conmigo.  Recuerdo que se sentaba conmigo y mis muñecas y me preguntaba sus nombres, me preguntaba que hacía cada una de ellas y de repente, empezaba a preguntarme por mi abuelita paterna, que había muerto ocho años antes.  

Yo le contaba lo que me habían dicho de ella.  Cuando ella murió yo era una bebé, nunca la conocí.  Mi abuelita me preguntaba por qué no llegaba a vernos, y una y otra vez le decía que ella había muerto.  Creo que muchas veces agarré mis muñecas y me fui, porque me aburría oirla preguntar una y otra vez lo mismo.  Mi mamá me dijo que tenía que tener paciencia con ella, eso iba a pasar muy frecuentemente.  

No sabíamos que le pasaba ni por qué era la razón que estaba perdiendo su mente.  Años después supimos el nombre de la enfermedad:  Alzheimer

Mi niñez fue marcada por cuidar a mi abuelita, que no se saliera, cuando mis papás salían había que darles de comer, había que estar pendiente que no se cayera y así, pero también noté que ella iba cambiando su carácter.  Cada vez se volvía más agresiva y menos paciente con las cosas.  

Ya no era la abuelita medio cariñosa de años atrás.  Seguía olvidando las cosas y más frecuentemente había que repetirle las cosas.  Mi mamá le hizo rutinas que debía memorizar.  Ella ya no era capaz de hacer cosas afuera de la casa. 

En la adolescencia creo que me metí en mi cuevita de rebeldía y ermitaña.  Creo que en ese tiempo me desconecté mucho de la vida de mi abuelita y mi mamá.  A veces me parecía demasiado trabajo para estar ahí pendiente de ella.  Me refugié mucho en "ahora ya puedo hacer mis cosas".  Vi mucho más deterioro en ella y que en mi ella veía a mi mamá joven.  Muchas veces me preguntaba sobre los nenes (mis hermanos mayores).  

Creo que lo que más de dio una bofetada en mi ego, fue cuando mi abuelito murió y ella lloró con mucho dolor y me contó como se conocieron y como fue su noviazgo, algo que nunca había contado.  De ahí en adelante vi un cambio bastante grande en ella, como que su mente había regresado al momento en que ella era adulta y era independientes, de ahí en adelante su regreso a la juventud iba más acelerado. 

Poco a poco nos fue olvidando a todos y poco a poco iba regresando su vida a su querido San Juan Ostuncalco.  En sus últimos tiempos ella solo recordaba a su mamá, su papá y su hermano (que había muerto cuando era joven).  Casi no nos recordaba y a veces en sus pequeños momentos de lucidez nos hablaba por nuestros nombres, pero no era siempre.  

Por su enfermedad, su cuerpo también empezó a olvidar su funcionalidad órgano por órgano, hasta que su corazón dejó de bombear.  Esa tarde, antes de morir, en el hospital solo agradecimos su vida y por lo que nos había enseñado,  solo le dije en el oído:  Ya descansa abuelita.  A media noche nos llegaron a avisar que había muerto.  

Ahora la batalla la lleva mi tío, quien poco a poco va olvidando las cosas.  Un día de estos hablé con el por teléfono y solo me dijo: Hola... (una gran pausa, supuse que ya se le había olvidado mi nombre) ¿cómo estas? Hablamos un poquito y se lo pasé a mi mamá.  Cuando nos depedimos, me dijo:  Adiós... que bueno oirte. 

Es una enfermedad muy dura, pero como diría una amiga: El amor lo cura todo.   


sábado, 25 de julio de 2020

Siempre me ha lastimado

Hace unos días oí una plática que decía:

He conocido a la verdadera persona que ha lastimado mi cuerpo y mi vida hasta el extremo...

esa soy yo misma...

Cuando oí eso, una luz en mi mente se encendió y pensé que tenía mucha verdad en esa afirmación.

Muchas veces nosotras somos las mayores críticas de lo que hacemos, somos las que más feas, gordas o tontas nos vemos.

Somos las que llevamos a nuestros cuerpos a extremos que no deberíamos. Somos las primeras en menospreciarnos a nosotras mismas.

No amar nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestra forma de pensar, es lo peor que nos puede pasar. Y creo que la mayoría de mujeres hemos pasado por eso y nos lastimamos a nosotras mismas con solo el pensamiento.

De un tiempo a acá he estado haciendo las paces conmigo misma, tanto física como mentalmente.

Aún en mis relaciones interpersonales, no era el otro el que me lastimaba, sino era yo misma en mi mente la que me lastimaba o violentaba, y pensaba que era el otro u otra que con una mirada, palabra o acción me lastimaban.

Ahora está muy de moda este tema, pero creo que esto deberíamos de trabajarlo siempre, y es algo que nuestras mamás no hablaban, y pasarlo a las generaciones que vienen y tratar de no hacer lo que otros hacían con nosotras para que nosotras mismas lastimáramos nuestros cuerpos y mentes.

Es un trabajo enorme, pero creo que solo con el hecho de parar y pensar en qué estamos cultivando en nuestra mente y en la mente de otras, ayuda mucho, como también notar en que forma vemos que otras violentan sus vidas a ellas mismas.

No necesitamos de alguien más para saber que es la violencia en nuestros cuerpos, con solo observar nuestro comportamiento con nosotras mismas, podemos encontrar a la primera en lastimar nuestras vidas.

Claro, no estoy quitándole la culpa a los violadores de toda clase, que esas hay muchas y tienen diversas formas de actuar, pero creo que también debemos entender que desde nosotras mismas puede que estemos alimentando a una violentadora...

Detengámonos a ver cuál es nuestra relación con nosotras mismas y hagamos las pases, AMÉMONOS y cambiemos la imagen que tenemos de nosotras mismas.

Día 7 amor propio | Arte Anime Amino Amino

domingo, 12 de julio de 2020

Estar bien, no se siente tan bien...

En estos días la pregunta de cajón es:  Estas bien, ¿tienes alguna necesidad? 

Mi respuesta siempre ha sido: si estoy bien y hemos tenido lo necesario. 

Al principio había dado gracias por ese bienestar en medio de la pandemia... 

Ahora me pesa ese bienestar porque muchos, ya sea por enfermedad o por carencia, no están bien... 

A estas alturas de la pandemia, estar bien significa andar en yate durante este tiempo de escases... 

Pesa mucho, pero también pesa no ayudar a todos los que quieres ayudar. 

Ahora es cuando los corazones bondadosos y caritativos salen a la luz, 

O cuando el corazón egoista y avaro está presente ante todo beneficio. 

Cuando estar bien, ya no se siente tan bien... 

Esperamos apoyar a otros y no por sentirnos mejor ante nuestra estabilidad, 

Sino porque nuestro corazón desea ayudar a los demás, sin recibir nada a cambio... 

sábado, 30 de mayo de 2020

Lo que perdemos en zoom

En estos días estaba teniendo una conversación con una de las personas con que trabajo, que vive en otra ciudad... Y es que parte de mi trabajo es acompañar a varias personas de diferentes localidades de mi país y normalmente viajo dos o tres veces a  diferentes ciudades.. gran parte de mi trabajo es viajar y acompañar...

Ahora con esta nueva normalidad he tenido que incrementar mis reuniones en Zoom con esas personas... Y pues es el turno de esta persona. 

Muy bonita nuestra plática.  Conversamos de todo un poco y en dos horas y medio habíamos terminado todos los temas que necesitábamos tratar.

Un leave the sesion y listo, terminó mi visita a esa área de mi país.

Me quedé con algo inconcluso, no sentía que la plática había llenado todas mis expectativas.  No se, algo faltaba...

Y si algo faltaba...

Antes para llegar a esa región tenía que viajar en su mejor tiempo 3 horas, en los peores momentos 6 horas...

Me quedaba en esa ciudad unos tres días y compartía con diferentes personas y familias...

Y bueno ¿qué se perdió en el zoom? Pues eso, esas dos horas y media en zoom, las hacia como en 24 horas durante mi estancia en cualquier lugar al que viajaba, conocía el contexto de la persona y entendía el por qué de lo que a veces me contaba por teléfono...

Ahora no puedo viajar, no puedo comer con los que están al otro lado de la pantalla, no me puedo tomar un café, no puedo ir a caminar con ellos o solo contemplar algún hermoso paisaje...

Ahora falta eso,  eso que con el acompañamiento uno a uno podías conocer mejor a la persona.  Faltan las comidas con diferentes familias, el ir a media noche a algún lugar de esas ciudades, porque no es tan peligroso como en la capital...

Y si, en casi todas las reuniones uno a uno, me he quedado con ese vacio que no lo llena la inmediatez de la tecnología...

Y pues eso es lo que hemos perdido en zoom, la cercanía, la confianza, el secreto, la complicidad, el relajo, lo corporal que el latino tanto añora...

Ojalá en algún momento cercano podamos volver a comer en la misma mesa, viajar en el mismo bus, tomar un cafecito rico con el olor a tierra mojada y el sonido a lluvia, caminar por los diferentes caminos de nuestro país, contemplar el paisaje que podemos apreciar, estar juntos uno a la par del otro sin tener una pantalla de por medio...

martes, 26 de mayo de 2020

Las Pastillas...

Y de repente me doy cuenta que tengo horarios para tomar pastillas.
Me doy cuenta que estoy aquí tomando 4 clases de pastillas.
Que todo lo que pensé que podía pasar de viejita,
Lo estoy viviendo ahora a los 37.

Y un día me di cuenta que estoy fregada sin estas pastillas.
Que sin una de ellas puede colapsar mi cuerpo,
que sin una de las otras puedo quedarme coja
que sin una de las demás me pueden ver contagiada de Covid-19.

Y así voy, en medio de dolores, pensamientos, pastillas y demás
Viviendo esta vida adulta que está acompañada de pastillas,
pastillas para vivir mejor, o mejor dicho para reparar descuidos.
Viviendo la vida adulta con un chunchito lleno de pastillas.

Y seguiremos caminando con estas u otras pastillas
Que ahora nos dan pastillas para todo...
Para alargar la vida, para sanar la mala alimentación,
Para darte el placer que pudiste tener en la juventud,
Para sentirte joven al empezar la tercera edad...

Y pienso en lo que dijo Sabina: si quieres vivir 100 años...
Y de repente me veo en la farmacia diciendo:  Tienen pastillas para no soñar...

lunes, 11 de mayo de 2020

La Reina y yo...

En estos días de cuarentena he estado viendo The Crown con mis papás...

Mi mamá una gran fan de la Reina Isabel y mi papá un gran conocedor de la historia mundial, se sabe todos los nombres y eventos que había pasado.

Bueno, pero algo que quería contar y escribir es acerca del proceso de la Reina en sus primeros años.

Sus pasos en falso y decisiones alebrestadas que tomaba en esos primeros momentos de la vida como Reina.  El quedar bien como reina, pero también con su esposo, madre y hermana.

Cada vez que veo que la reina toma una decisión sola, me veo a mi tomando una decisión sin comentarle a nadie; pero que pasa después de tomar la decisión... PUM... vienen otros y dicen:  No tomaste una buena decisión, sería mejor que..., hay que dejar de hacer esto y hacer esto otro, la tradición dice que...

No saben que tan identificada me siento con la Reina y esos momentos en que prometió algo a su esposo, hermana, tío y llega, ya sea el primer ministro, su secretario o su madre, ha decirle que no o que hay que cambiar de dirección.

No saben cuántas veces he tenido esas mismas charlas con gente grande, gente con la que trabajo, gente externa, yo misma...

Se que la práctica hace al maestro, pero no saben lo bochornoso que es que te digan:  tomaste una mala decisión, ese no era el camino... y lo peor es dar la cara tu solita, porque los que te dijeron que había que cambiarlo todo, casi siempre dan un paso para atrás...

La práctica hace al maestro, y creo que desde hace algún tiempo decidí que era mejor oir consejo de otros antes de hablar, decidir o actuar...

A ver que hace la reina en el devenir de la serie... 

domingo, 22 de marzo de 2020

La Vida en Tiempo de Coronavirus

En Guatemala hemos estado viviendo desde hace una semana en aislamiento.

Yo lo hice por mis padre, ellos son de la tercera edad y son un grupo vulnerable.  Hay gente que no lo puede hacer porque tiene que trabajar en su día a día.

Creo que esto del aislamiento es un privilegio de muy pocos, pero que debemos hacerlo para frenar todo esto.

Desde hoy hay toque de queda de 12 horas en el día durante 8 días... En las calles no se oían ningún sonido de carros o motos, de repente sonaba una sirena y si sales a oir en el patio, el aire se oye tan presente..

Este tiempo nos ha hecho hablar más entre los que vivimos en casa, nos ha hecho pensar el uno por el otro, algo que creo que habíamos perdido por mucho tiempo.

A un amigo le dije:  Dios prometió no destruirnos con un diluvio, pero aseguró que nos iba a jalar las orejas bien fuerte... creo que ahora todos estamos pensando, leyendo y rectificando algunos caminos que no debíamos de tomar...

Espero ver después de este tiempo personas renovadas y valorando más lo que tenemos en el día a día...

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Mis miedos

En estos últimos meses he ido a terapia con una psicóloga.  Con ella he enfrentado mis más tristes recuerdos, como también mis más grandes miedos.

Ella me decía que los miedos más grandes pueden ser quitados, si los transformo y si el pasado deja de resonar en esos miedos.

Hoy precisamente, tenía que ensayar unas piezas de canto.  Pero tenía duda sobre algunas notas, así que fui al teclado que hay en casa.  En la casa siempre ha habido un teclado, siempre, nunca he pensado en mi casa sin un instrumento musical.

Y aquí viene el miedo: Desde muy chica empecé a tomar clases de piano con mi mamá. Ella una pianista formada a la antigua, con partituras y lectura eficaz.  Yo un poco distraída y un oído increíble, que hizo que mi encuentro con las partituras fueran un desastre y dejara el piano a temprana edad, por la falta de lectura y consistencia.

Después de dejar el piano en mi niñez, siempre pararme frente a uno me daba miedo y hasta un poco de pereza.  Nunca regresé a sentarme en uno, o tal vez solo para rectificar algunas notas al momento de cantar.  ¿Cuál era el miedo?  Siempre mi miedo fue a equivocarme en alguna nota, a quedarme sola repasando y no avanzar, miedo a que me pusieran una partitura y no la pudiera leer, pero con solo oirla la podía tocar...

Hoy el desafío de rectificar esas notas... Me senté y toqué las notas... Me quedé sentada ahí de frente al piano y empecé a hacer la escala de notas... mis dedos todos tullidos, la memoria oxidada de como iban los dedos después de Sol... seguí sentada e insistí en repasar los dedos... seguí tocando y una nota me llevó a otra, un acorde a otro y de repente me vi tocando (oxidadamente) pero tocando otra vez...

Ya no tenía miedo y no tenía esa penita de confundirme, o no saber leer las notas que tocaba.  Creo que hasta sentí bastante libertad y desahogo al tocar.

Y bueno este solo es uno de los tanto miedos... pero con este simple ejemplo puedo contarles que poco a poco voy trabajando en miedos grandes, como miedos absurdos que tengo en la vida...


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jueves, 6 de septiembre de 2018

que simple es se amig@

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Que bueno es tener un amig@ con la cual conversar, tomar un café, reir, divertirse, hacer planes. 

Lo fantástico de tener un amig@ con quien hacer estas cosas es que puedes aprender de el o ella, puedes comparar pensamientos, puedes ser comprendido y no juzgado, y si está en desacuerdo te lo dice sin ánimo de ofender o sentirse más que tu.

La amistad te ayuda a crecer! La variedad de amigos te ayuda a comprender. El tiempo con los amigos te hace ser paciente. Los problemas que se comparten te ayuda a pensar más en los demás que en ti mismo. La amistad genuina te hace desprenderte de tu egocentrismo dar a otros lo que tienes.

Los viajes con los amigos te ayuda a darte cuenta que no todos son como tu, que tiene costumbres y culturas diferentes. La amistad te hace abrir tu mente.

La amistad real nunca desaparece. Puede debilitarse, pero nunca perece. Siempre con una plática . Con un correo, un mensajito, una llamada o un encuentro inesperado puedes restaurar años de 0 comunicación

Amo el compartir con mis amigos. Amo encontrar amigos y recordar viejos tiempos. Amo tener amigos que Dios ha puesto en mi camino.

domingo, 20 de agosto de 2017

El deseo de servir

Desde hace unos meses he estado ayudando o compartiendo con una comunidad en riesgo cerca de mi casa, con unos amigos de la iglesia. 

El domingo pasado llegó el mensaje de cada mes, que dice:  Nydia! el próximo domingo nos toca ir a Betania, ¿te apuntas?

Hay meses que digo, Si!!! Hay meses que fijo ando de viaje y no puedo, y hay meses que pienso y pienso o a veces no pienso tanto y digo: hoy no, tengo que... 

Esta semana fue una de esas de pensar... Leí el mensaje el domingo, pensé: aaaajjjjj, no he ido a la iglesia, y necesito recibir en lugar de dar (gran clishe),  lo dejé pensar un día... Al siguiente día pensé:  aaaayyy que pereza levantarme temprano e ir con los niños. Luego el martes pensé:  mala onda yo, que no quiero ir a ayudar a aquellos... Pero el miércoles, mi corazón estaba impaciente, mi espíritu creo más que el corazón... pensé y pensé toda esa mañana y con poca convicción dije:  Si voy. 

En la noche pensé:  por qué dije que si iba... si necesito descansar y recibir.  Pero cada vez me convencía más de que algo iba a pasar.  El jueves llega un mensaje con la lección que se tenía que dar, No hay vuelta atrás dije. 

La pereza y las ganas de no ir seguían, pero había ya una convicción de que tenía que ir, la cual me hizo no decir:  mira mejor no... 

Este domingo fui a Betania al grupo de niños.  Para mi sorpresa solo eramos tres para 25 niños.  Aprendí mucho de los niños, de sus vidas.  Aprendí que ellos son niños y que muchos ya están viviendo como adultos.  Recordé que ellos son niños y que actúan como niños, no podemos hacerlos que actúen como grandes.  Recordé lo vulnerable que es ser niña y que las actitudes que reflejan las niñas, son las actitudes que ven de sus mamás o mujeres que ellas admiran.  Pensé mucho en la mamá de una niña que tiene mi edad y ya tenía cinco hijos, de los cuales tres estaban con nosotros, y que ella no tuvo las oportunidades que yo tuve, ni en cierta forma, tuvo la voluntad o la libre decisión de no tener hijos. 

Esto creo que caló mucho mi corazón.  Al terminar, me subí a mi carro y salí al bulevar principal, dejando poco a poco atrás la zona de riesgo y entrando a la zona privilegiada.  Pensé que muchos protestan y alegan por los oprimidos, por los que no tienen oportunidad, sede una posición y asiento privilegiado y eso no les hace darse cuenta de la realidad, no se dan cuenta que al momento de voltearse y seguir viviendo con las comodidades principales, le están dando la espalda a esos niños y niñas que "ayudan". 

Hoy me di cuenta que desde que me subí al carro, ya le había dado la espalda a esos niños que se quedaron en esa zona de riesgo y que muy probablemente seguiré viviendo una dicotomía nacional en mi vida, viviré con todas mis comodidades, mientras muchos de ellos no tienen ni para su cena esta noche. 

Pensé en lo mucho que decimos que el evangelio es para los oprimidos, pero nunca vamos a los oprimidos, preferimos que los oprimidos vengan, en lugar de gastar fuerzas en llegar a ellos.  Pienso en como nuestras actitudes de asistencialismo nos alejan cada vez más de esas personas, en lugar de unirnos y sentir esa compasión que Jesús tuvo.  

Pienso en que yo fui una oprimida y Jesús me rescató, me dio nueva vida.  Pero también pienso en cómo podemos ayudar a los oprimidos y que el espíritu nos guíe hacia ellos.  

Son muchos pensamientos, muchas preguntas, muchas cargas, que tal vez con el tiempo se vayan acomodando en la mente y lleven a una buena respuesta.  

Esta es una foto de la calle a donde vamos cada mes. 





El día que caí profundo

 Después de una ruptura todo puede pasar.  Desde que te valga madre y seguir la vida, tristear un poquito y ya, sentirte de lo peor y lo que...